La muchacha caminaba por el centro del camino, sin importarle otra cosa que el final. El sol parecía quemar su piel morena, el viento era caliente y la temperatura parecía aumentar a cada paso. Observó el bosque, desprovisto de todo fruto, y recordó, nostálgica, la época en que las hadas jugaban en los árboles y regalaban coronas de flores a los viajeros.
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